El sábado 30 de marzo concluyó la 36ª edición de la Ruta de la Sal en el Club Náutico Sant Antoni de Portmany. Se trata de una regata con una historia fascinante que atrae cada año a apasionados navegantes dispuestos a enfrentarse a esta gesta nada fácil. Las travesías son extensas y la época en que se lleva a cabo suele presentar condiciones meteorológicas complicadas, lo que añade un encanto aventurero y el incentivo de que simplemente clasificar ya es una victoria.

El origen de esta regata se remonta a mayo de 1846, en un período de escasez de sal provocado por el bloqueo de impuestos en Barcelona durante la Revuelta de los Marineros, impuesto por el ejército Carlista. Este hecho llevó a un empresario barcelonés a convocar a los navegantes más intrépidos de la época para presentarles un desafío: pagaría los servicios de transportar sal de las Salinas Pitiusas hasta El Garraf, pero con la condición de que el orden de llegada determinaría la remuneración. Los primeros en llegar recibirían oro, mientras que los últimos podrían no tener suficiente recompensa para pagar a la tripulación. Trece embarcaciones se inscribieron en este desafío, siendo el «Halcón Maltés», capitaneado por el griego Andreas Potrus, el primero en llegar.

No fue hasta 1989 que la ANAM organizó la Primera Edición Deportiva de la Ruta de la Sal, desde el Port Ginesta hasta las Pitiüses, logrando la participación de 36 embarcaciones. Desde entonces, el número de participantes ha ido en aumento, superando actualmente los 2000 regatistas que surcan las aguas del Mediterráneo para conmemorar las travesías del siglo pasado en búsqueda del Oro Blanco.